LOS CRÍMENES DEL ZAGAL DE FUENSALIDA. La muerte entre los pastores


LOS CRÍMENES DEL ZAGAL DE FUENSALIDA. La muerte entre los pastores

   Nos trasladamos a una finca en la población madrileña de Aldea del Fresno, al año de gracia de 1935 cuando, de madrugada, el chozo en el que unos pastores dormían se vio envuelto en llamas.

   Cuando el fuego terminó de devorar el chozo el espectáculo que se ofreció a los ojos de quienes esperaban el resultado fue aterrador. Los cuerpos de tres de los pastores de la finca se encontraban en medio de los desechos, prácticamente calcinados.


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El libro:

·  Tapa blanda: 100 páginas
·  Editor: Independently published
·  Colección: Tinta Negra. Núm. 2
·  Idioma: Español
·  ISBN-13: 979-8656886086
·  ASIN: B08BWCBM7M
Lee aquí el comienzo:

-I-
Noche de tinieblas en Navalluncosa

   El viernes primero de febrero de 1935, a eso de las cinco de la tarde, a pocos kilómetros del pueblo de Aldea del Fresno, en los alrededores de Madrid, en término municipal de Navalcarnero, acababa de descubrirse una de esas tragedias que alteran el orden de los pueblos inmediatos y, por supuesto, de las personas a las que la noticia alcanza.
   Como entonces dirían los medios de comunicación, sin pérdida de momento marcharon al lugar de la ocurrencia los reporteros gráficos, y de prensa escrita, para dar cuenta de lo acontecido.
   Cuando la prensa llegó al lugar del suceso ya se encontraba allí el juzgado de Navalcarnero prácticamente en pleno, a las órdenes directas de su titular, el juez don Luis Ortiz de Rozas, junto al actuario y el forense, a quienes acompañaba el teniente en jefe del puesto de la Guardia civil de Aldea del Fresno, Sr. Redondo, con algunas fuerzas a sus órdenes; fuerzas que se encargaron de las diligencias y exámenes preliminares, al tiempo que iniciaban las pesquisas tendentes no ya a analizar lo sucedido, que a la vista estaba. Si no a tratar de encontrar el hilo conductor tendente a esclarecer aquella escena que, a los ojos de quienes la miraban, no dejaban de tener un agrio impacto.
   Se encontraban en la finca denominada de “Navalluncosa”, ubicada en el triángulo formado por las poblaciones de Aldea del Fresno, Villamanta y Méntrida; tierra de buenos vinos, y de buenos pastos para el ganado.
    La finca, propiedad de un rico industrial madrileño, don José González Mesa, se encontraba en aquellos días bajo la dirección de un guardés en el que tenía depositada toda su confianza, Fermín Cudero, natural de Fuensalida, en la provincia de Toledo, de treinta y cinco años de edad quien, en compañía de su mujer mantenía en perfecto estado de revista todas las instalaciones.
   Nada hacía suponer que en la finca, que fue visitada por el señor González Mesa junto a sus hijos en el transcurso de los hechos, fuese a suceder nada fuera de lo normal.
   Don José habló con sus empleados la noche del jueves. La noche del jueves saludó a casi todos, uno a uno, incluidos los pastores que se ocupaban de las ovejas de la finca, Ambrosio Cudero, hermano del guardés, de treinta y siete años, que ejercía de pastor de la finca; así como a los zagales Juan Escobar Abad, de dieciocho años; Victoriano Cudero Gil, de catorce, y Pedro Bautista García, de veinticuatro, paisanos todos, puesto que todos ellos eran naturales de la toledana Fuensalida, tierra entonces de buenos pastores. A algunos otros, pastores también, e igualmente naturales de Fuensalida, por estar al cargo de los rebaños les envió su salutación.
   No mucho tiempo después de retirarse de la casa en la que don José González Mesa los recibió, de la choza en la que los pastores dormían, apenas a 200 metros de la casa del señor, la tragedia se escribió con renglones de sangre.
   Alguien aporreó la casa principal; Fermín, el guardés, se asomó a una de las ventanas del cuarto que ocupaba, preguntando en medio de la oscuridad:
   -¿Quién va?
   Que a esas horas de la noche, habitualmente nadie solía ir.
   La respuesta se escuchó con voz agónica:
   -Fermín, baja corriendo, que han matao a tu hermano…

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