EL
CRIMEN DE CONCHA ROBLES. La muerte entre bambalinas.
Concha Robles fue una conocida actriz de
teatro que triunfó en los primeros años del siglo XX. Recorrió los escenarios
de media España, hasta que contrajo matrimonio con un militar de alta
graduación.
Un día, mientras trabajaba actuaba,
disponiéndose a salir al escenario, tras el telón se escucharon varios
disparos…
El
libro:
· Tapa blanda: 103 páginas
· Editor: Independently published
· Colección: Tinta Negra. Núm. 3
· Idioma: Español
· ISBN-13: 979-8657681543
· ASIN: B08BW84G5N
Lee aquí el comienzo:
ACTO
1º
LA
MUERTE ENTRE BASTIDORES
¿Quién iba a suponer que aquello que se escuchaba en las bambalinas del
escenario no pudiera ser un acompañamiento a las escenas que se vivían?
El público estaba asistiendo a una escena, tan real, que no podía
por menos que alabar el papel de los protagonistas. De los directores
y montadores de la obra.
Los gritos se escuchaban lejanos, como los que quienes se encontraban
sobre la escena daban a entender. También los disparos se escucharon lejanos.
Como si todo, realmente, estuviese ocurriendo al otro lado de la escena, del
teatro, del edificio, de la calle.
Fue entonces cuando apareció el muchacho de la imprenta, tambaleándose
sobre el escenario. El público dudó entre aplaudir o continuar a la
expectativa. ¿Cuál sería la segunda y real escena que contemplarían aquellos asombrados
ojos esa noche de enero de 1922 que tantas sorpresas parecía dar, a Almería,
España y el mundo?
El muchacho de la imprenta, que se encontraba en el teatro por
casualidad –fue a llevar los programas de la velada siguiente- no pronunció una
sola palabra. Atravesó el escenario tambaleándose y finalmente fue a caer al
patio de butacas.
En ese momento, sujetándose a los cortinones que separaban el escenario
de la parte interior, apareció ella, Conchita. La protagonista de la obra, la
gran Concha Robles.
Quienes más cerca se encontraban del lugar en el que se desarrollaba la
escena le vieron la cara completamente pálida. Pero ello podía ser un efecto de
la luz, o del maquillaje.
Concha, Conchita Robles, se había convertido en unos pocos años en una
de las grandes actrices del teatro español. Sus interpretaciones ya comenzaban
a ser míticas. Las de una de las mejores intérpretes de papeles dramáticos.
Tan solo un par de meses antes de que la compañía llegase a Almería,
bordó el papel protagonista de Malvaloca en el Gran Teatro de Cádiz, el 6 de
noviembre anterior:
“La representación de Malvaloca bien pudo servir de modelo y así lo
apreció el público numeroso que llenaba la sala y ocupaba la mayor parte de las
localidades altas, de la calidad artística de Concha.
Concha Robles estuvo admirable, sencillamente admirable y la Malvaloca
de anoche dejó un grato sabor en el paladar de los espectadores que tardará
mucho en borrarse.
La Malvaloca de Concha Robles es suya, exclusivamente suya, y no puede
confundirse con la que hemos visto interpretada por otras actrices, dejando a
cada una la cantidad de mérito artístico que le corresponde.
Seis u ocho veces se levantó el telón en honor a la admirable artista,
que oyó ovaciones verdaderamente atronadoras”.
Ahora el papel que se encontraba bordando sobre el escenario era el
protagonista de Santa Isabel de Ceres, e instantes antes de que entrase en
escena, el apuntador había llamado desde los pasillos de los camerinos:
-¡Sra. Robles, a escena!
Conchita, sujeta a los cortinajes, después de que el muchacho de la
imprenta rodase hacía el patio de butacas, dudaba entre seguir caminando o
continuar agarrada a la cortina. Entonces se escuchó un nuevo disparo,
acompañado de nuevos gritos y voces.
Conchita se dio la vuelta. Tenía el pecho totalmente ensangrentado. Los
ojos idos, en el momento en el que su cuerpo, como el de una muñeca rota, cayó
al suelo.
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