EL
CRIMEN DE DON BENITO. Cuando los caciques dominaban la tierra
En Don Benito sucedió, en los primeros años
del siglo XX, uno de los crímenes más atroces que contó la prensa de su tiempo.
Fue uno de aquellos sucesos en los que
intervinieron los caciques de la población, y de la provincia de Badajoz, y en
el que llevó la peor parte una humilde familia, tan solo porque la muchacha de la
historia era guapa y hermosa.
El
libro
· Tapa blanda: 120 páginas
· Editor: Independently published
· Colección: Tinta Negra.Núm. 6
· Idioma: Español
· ISBN-13: 979-8666415603
· ASIN: B08CWBFD47
Lo sucedido…
-I-
Nadie
ha visto como el crimen,
se
hubo de cometer…
A
Pedro Cidoncha Ramírez, sereno que fue del pueblo de Don Benito (Badajoz),
condenado poco menos que a pasar el resto de sus días en la cárcel, lo sacaron
de la de Don Benito, en la que se encontraba la madrugada del 6 de abril de
1905, a eso de las cuatro de la mañana.
La justicia, y las autoridades, locales, provinciales y de la prisión
temían, muy justamente, que tras los incidentes que pudieran sucederse a lo
largo de la jornada, Pedro Cidoncha Ramírez pudiera terminar linchado por el
pueblo. La ira de los vecinos del municipio ya dio muestras de algunos
altercados a lo largo de los últimos tres años. Quizá no faltos de razón. A
pesar de que siempre se manifestaron, mayoritariamente, las gentes de Don
Benito, de acuerdo con la ley y sus gentes. Conformes y expectantes a su
criterio. Al de la justicia. Aunque tuviese que ser otra justicia, no la
emitida por los jueces nombrados dentro del municipio por quienes, a su antojo
en algunas ocasiones, lo gobernaban. Al antojo de los caciques.
Pedro Cidoncha Ramírez, a quienes los muchachos de la prensa desplazados
por aquellos días a Don Benito para conocer los entresijos de la población, y
de aquel suceso que enturbió la vida del pueblo y lo hizo levantarse contra los
“señoritos” que a su antojo disponían
en algunas ocasiones de la vida, manos y haciendas de los humildes, lo
definieron –decíamos- como personaje de pocos escrúpulos, y menos sentimientos.
Capaz de vender el alma de un semejante, como hizo, con tal de… No se probó que
recibiese dinero a cambio. Pero alguna compensación debía de haber en el
asunto.
A
Pedro Cidoncha Ramírez lo sacaron de la cárcel de Don Benito a escondidas casi,
a eso de las cuatro de la madrugada… custodiado
por un Cabo y tres Guardias civiles con el objeto de tomar el tren rápido en la
estación de Medellín. Sin duda se temió que de conducirlo más tarde, ocurriera
algún suceso desagradable, pues el pueblo no olvida que si la desafortunada
doña Catalina Barragán abrió la puerta de su casa la noche del crimen fue
debido a la confianza que le inspiraba el Cidoncha por ser, como sereno, agente
de la autoridad…
Claro está que Pedro Cidoncha Ramírez negó aquello; que la noche de
autos llamase a la puerta de doña Catalina, e incluso que la conociese. A pesar
de ser sereno de la calle en la que se encontraba la casa de doña Catalina, y
de llevar de sereno, en la población de Don Benito, tantos años que poco menos
perdió la cuenta.
Se libró de la muerte rápida, o lenta, en el cadalso que la víspera se
levantó en el patio central de la cárcel. A cambio de ello pasó a penar sus
culpas en el presidio de San Miguel de los Reyes, después de tomar el tren en
Medellín, continuar hacía Madrid y desde aquí a Valencia.
Cuando ya todo estaba prácticamente olvidado, o si no olvidado al menos
dejado a un lado, la noticia de su muerte ocupó un angulito en los principales
periódicos que se hicieron eco de aquel crimen singular que ensangrentó y
levantó al pueblo de Don Benito:
En el penal de San Miguel ha fallecido el
recluso Pedro Cidoncha Ramírez, que cumplía condena como cómplice en el crimen
de Don Benito…
La noticia saltó el 21 de noviembre de
1921. Por lo que pasó en aquella prisión algo más de dieciséis años, de los
cerca de cincuenta a los que la justicia lo condenó. Debía de tener, cuando le
llegó su hora, alrededor de sesenta años de edad.
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